4/29/2011

El pan nuestro de cada día y la especulación alimentaria

 
"La especulación juega sin reparos con el pan nuestro de cada día", era el titular de una artículo que firmaba L López en Agronegocios.
 
 
Desconocemos cuánto durará el interés informativo sobre la petición planetaria de que se adopten medidas para evitar la especulación y la excesiva volatilidad de los mercados de materias primas alimentarias.
 
La situación actual es una derivada más de la crisis económica y financiera global, de la que todavía no se ha salido y de la que, en todo caso, se empieza a salir en falso, con la única idea en claro de estar, una vez más, socializando las pérdidas para evitar que se ponga en peligro la privatización de los beneficios.
 
Cuando éramos pequeños y en España se pasaba aún cierta hambre (pero de verdad), nuestras madres nos recriminaban aquello de que "con las cosas de comer no se juega" para darnos a entender que no teníamos que despreciar los alimentos y que teníamos que comernos todo, pero todo, lo que nos ponían en el plato para que no sobrase, ni se tirase nada a la basura. Y besar el pan, si se caía al suelo, porque era un regalo de Dios, o algo por el estilo.
 
Pues bien, ahora y salvando las distancias, hay que reclamar por elevación lo mismo al mundo de la especulación financiera, para que éste deje de "jugar" y cese de apostar en el casino mundial y sin remordimiento alguno con la comida de los demás, con la comida que ni tienen, ni poseen y, al fin y al cabo, con el pan nuestro de cada día.
 
Hoy los mercados de futuros de materias primas alimentarias, que nacieron en Chicago en 1848 con el afán de dar cierta estabilidad, previsibilidad y transparencia a las operaciones comerciales entre productores agrícolas e industria de transformación, están claramente pervertidos por la especulación de ingentes sumas de capital financiero de los grandes fondos de inversión.
 
Estos fondos apuestan por la compraventa, cuantas veces sea, de unos mismos contratos de papel, en la que la mercancía física brilla por su ausencia, con el único fin de obtener los máximos beneficios, sin importarles la trastienda, ni las consecuencias negativas de lo que hay detrás de cada uno de sus movimientos, como es el hambre y la muerte, la carestía y la inseguridad alimentaria de muchos millones de personas.
 
Cuando más volátil e inseguro es el mercado de una determinada materia prima, debido a factores diversos que inciden sobre las cosechas, las existencias o la oferta y demanda de consumo, más ganancias obtienen estos fondos financieros.
 
Al final, no se trata de prohibir que existan los mercados de futuro, sino de regular su operativa para que ésta se realice solo sobre bases económicas ciertas, tangibles, tan reales como son los propios alimentos.
 
JDM
 
 
 
 

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