1/13/2006

Medio Ambiente y uso racional de los recursos naturales (I)

13/01/2006

La persona y el medio ambiente.

Cuando se trata sobre el Medio Ambiente, siempre suelo apuntar una premisa básica y, sin embargo, no pacíficamente poseída: al hablar del medio ambiente nos referimos tanto a la naturaleza material, con especial énfasis en los seres vivos, como al ser humano como miembro de pleno derecho de ese conjunto. Más aún, consideramos al hombre como la razón de ser de toda consideración medio-ambientalista.

Es para el hombre, en concreto para las generaciones futuras, para quien adquirimos el compromiso de preservar el medio natural como herencia recibida, una herencia que admite tanto la posibilidad de dilapidarla como de potenciarla.

Hay que tener en cuenta que el hombre, por su propia naturaleza, debe interferir en el medio natural para conseguir las condiciones adecuadas de vida, lo que siempre ha desarrollado desde las técnicas más rudimentarias como puede ser la lanza y la flecha, hasta los actuales avances tecnológicos.

Es innegable que esa necesidad de interaccionar con el medio ha dado un salto de calidad con la revolución industrial, en la que ha ido sustituyendo el trabajo físico para la transformación del medio por el trabajo de las máquinas. Esas nuevas técnicas se han convertido en herramientas potentísimas para manipular los recursos de la tierra y transformar su faz, no siempre del modo más deseable.

Es un hecho que el hombre tiene hoy la mayor capacidad de producción, pero también de destrucción que en otra época conocida y se enfrenta con el reto de gestionar esos recursos sin producir daños irreparables.Y es que el hombre siempre tiene delante dos posibilidades, para el bien o el mal. Puede manipular el medio natural de tal modo que, en su sobreexplotación, rompa el equilibrio de regeneración del medio, extinguiendo los recursos. O bien, puede hacer un uso racional de los bienes de la tierra acordes con su posibilidad de regeneración.

En todo caso, estas actuaciones humanas están ligadas a dos mandatos naturales, recogidos en el Génesis: “creced y multiplicaros y llenad la tierra”, y “Dios le entregó al hombre la tierra para que la trabajara”. Es en esa dirección donde se debe trabajar para una adecuada gestión de los medios naturales. Debe proporcionarse unas condiciones de vida dignas a todo hombre que viva o vivirá en el planeta Tierra y, al tiempo, deben gestionarse los recursos con criterios de sostenibilidad.Entiendo que la solución de esa ecuación debe pasar por un profundo respeto a cada vida humana que se genera.

Es muy cómoda la postura de los que, simplificando la ecuación, eliminan al ser humano propugnando todo tipo de políticas de control de natalidad. El reto humano es un reto inteligente, debe optimizar la ecuación completa, con la que atienda a una humanidad creciente con una gestión de los recursos más eficiente.

No puedo terminar esta introducción sin incorporar un matiz a todo lo dicho, la naturaleza es más que un recurso, tiene un valor intrínseco como voz de su creador, en la armonía de formas y colores, en el silencio de la soledad de los parajes de alta montaña y murmullo de las aguas, pero también en la voz cantarina de los juegos de los niños. La capacidad de contemplación que presenta la naturaleza, es la más clara manifestación de la complementariedad del mundo natural y el hombre. Somos el ser que se admira ante la belleza de lo creado, el que la canta en sus poesías, el que la llena de contenido en sus novelas. Somos el ser que proporciona “el alma” al mundo material al plasmar en él tanto nuestros sentimientos como el reflejo de las respuestas más profundas que el hombre necesita: la armonía del universo y su fragilidad siempre han llevado a las mentes más sanas a admirar al creador del mismo. Bastan dos ejemplos: la poesía de San Francisco de Asís y la luz intelectual que se desprende del Libro de la Sabiduría.

Federico R. de Rivera

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