1/13/2006

Medio Ambiente y uso racional de los recursos naturales (II)

13/01/2006

El agua como recurso y como elemento del medio natural.

Uno de los elementos básicos necesarios para la vida es el agua, que puede entenderse como un componente más del medio natural, o como un recurso necesario para el desarrollo humano, si bien ambas concepciones se complementan.De hecho, gracias a la disponibilidad de agua en cantidad y calidad suficientes se ha logrado atender las necesidades básicas de gran parte de la población mundial y potenciar un desarrollo en tiempos insospechado.

El agua está en el origen de la primera fuerza motriz utilizada por el hombre en molinos y fraguas, antes del uso de ese mismo recurso como generadora de la electricidad. Pero también ha sido la base de la implantación de las primeras civilizaciones sedentarias en la Mesopotamia y en el bajo Nilo, cunas de la cultura occidental.

Primeramente el agua era utilizada donde fluía, y ahí donde estaba garantizada en cantidad suficiente, era normal que se ubicasen los principales núcleos urbanos. Sin embargo ya de antiguo, al crecer las urbanizaciones se ha buscado trasladar el recurso de donde se generaba ahí donde se necesitaba, quedan vestigios en los acueductos romanos, en las acequias de riego tanto romanas como árabes, el las minas de agua como las existentes en Jerusalén como en el mismo Madrid hasta la traída de agua del Canal de Lozoya, etc.

En definitiva, somos lo que somos, entre otras razones, gracias a que hemos aplicado nuestro ingenio y nuestra técnica a conseguir la disponibilidad de agua en cantidad y calidad suficiente para atender nuestras necesidades.A día de hoy Madrid consume anualmente más de 500 hm3 de agua; Zaragoza más de 85 hm3.

La necesidad de garantizar este recurso, sea el año seco o húmedo hace impensable una sociedad sin obras de regulación.Es gracias a las obras de regulación y principalmente a los embalses, por lo que se puede disponer del agua en cantidad, calidad y garantía suficiente. Nuestro desarrollo es posible gracias a aprovechar el recurso almacenándolo para cuando no se genera. Hoy en día no podríamos atender la demanda básica de abastecimiento sin esas obras de regulación.

En Zaragoza, sin el embalse del Ebro (ubicado en Reinosa) y el embalse de Yesa (entre Navarra y Aragón), no tendríamos garantizado el abastecimiento de agua en verano, ni podríamos obligar al río Ebro a tener un caudal de 30 m3/s a su paso por Zaragoza (caudal recomendable por motivos de calidad del agua).

Del mismo modo, solamente gracias a la capacidad de regulación de nuestros embalses se puede asegurar el agua en las zonas regables, únicas zonas rurales donde todavía se fija la población en Aragón. Hay que tener en cuenta que gran parte del territorio de Zaragoza y Huesca depende para su viabilidad de esa disponibilidad del agua; sistemas de riego como Bardenas, Riegos del Alto Aragón y Canal de Aragón y Cataluña configuran nuestra cultura y paisaje desde las Cinco Villas, los Monegros, y las zonas del Cinca y del Ésera. Pero esa vida sólo es posible por los embalses de Yesa, La Sotonera, Mediano y El Grado y Barasona que retienen las aguas de invierno.

Como puede comprobarse, gracias a la intervención humana con el agua y a la previsión de futuros con los embalses, se consiguen generar las condiciones para un adecuado desarrollo humano.

Sin embargo esas actuaciones han modificado de modo sensible nuestro entorno vital. Los ríos hoy en día, gracias a las aportaciones suministradas directamente desde su cabecera por las obras de regulación, o gracias a los retornos de las zonas regables, llevan caudales en verano antes impensables. Incluso en algunos casos se ha invertido el régimen fluvial, siendo más el caudal de verano que de otoño.Junto a esas alteraciones del régimen fluvial se ha generado unas condiciones ambientalmente óptimas para determinadas especies naturales, produciendo alteraciones que, en determinados casos, han fomentado la biodiversidad y su riqueza, en otros han supuesto un sacrificio de determinados entornos de valor medioambiental para fomentar el desarrollo.

Pero esas repercusiones, que podrían considerarse positivas, han traído también efectos negativos asociados:La mayor seguridad motivada por la regulación y las motas de defensa, percibida por los ribereños ha llevado a la ocupación de las llanuras de inundación, como por ejemplo en la urbanización del ACTUR de Zaragoza.

En algunos casos esa invasión de cauces ha provocado una peligrosa rigidez en la explotación de las obras de regulación, como en el caso de los embalses que están aguas arriba de Tortosa en el río Segre. Y, en todos ellos cabe la posibilidad de una avenida no regulable por el actual sistema de obras hidráulicas que genere serios problemas.

Por otra parte el uso concentrado del recurso agua ha motivado vertidos de aguas contaminadas que han dañado gravemente la calidad del agua en los cauces, obligando en algunos casos a soltar desde embalses agua de dilución de la contaminación.

Este efecto de pérdida de calidad del agua se está paliando con una red de depuradoras, entre las que están la estación depuradora de La Almozara o de la Cartuja, y, últimamente, la del río Huerva, lo que ha llevado a la recuperación de la calidad del agua en el río Huerva y de las condiciones tróficas del embalse de Mequinenza.

Este panorama de actuaciones en el entorno en el que vivimos no nos puede hacer olvidar que una parte importante de la población del mundo vive sin agua potable, con los problemas sanitarios que genera.

De hecho se dan unas condiciones distintas a considerar en nuestro primer mundo y en el denominado tercer mundo. Unos creemos que ya gestionamos nuestro recurso agua fuera de los límites de la sostenibilidad y otros no llegan al nivel de subsistencia.Uno de los compromisos de la cumbre de Johannesburgo fue reducir a la mitad la población mundial que no tiene acceso al agua potable en cantidad y calidad suficiente.

Eso se consigue, entre otras medidas, incorporando obras de regulación y redes de distribución de agua y de potabilización en esos territorios cuando es posible.De hecho actualmente, en nuestro mundo se comienza con fuerza a valorar la acción sobre el recurso agua teniendo en cuenta su escasez y la fragilidad de su calidad. Técnicas de reutilización, ahorro y desalación del agua parecen hoy fundamentales para no hipotecar el desarrollo futuro por carencia del recurso agua.

Por otra parte, la consideración del agua como parte integrante del espacio natural en el que vivimos le da un valor lúdico, paisajístico, de confrontación del paisaje y de la vida de todo tipo que debe potenciarse y fomentarse.La sociedad actual demanda espacios no alterados por mano humana, denominados santuarios de la naturaleza. Y curiosamente esa misma demanda es una contradicción salvo en lugares inaccesibles. Ese planteamiento imposible no oculta un deseo natural: disponer de espacios apenas alterados por el hombre que sean referentes de una calidad prístina, originaria del medio ambiente. En el fondo se buscan entornos de especial belleza natural que valga la pena preservar.

He de hacer dos consideraciones: Un espacio natural sin intervención humana también se puede degradar, como por ejemplo por medio del incremento potencial del riesgo de incendios, por el envejecimiento de la población arbustiva. La intervención humana está tan presente en los espacios protegidos que si bien se limitan las actividades que se denominan productivas en ese entorno, al tiempo se hacen planes de uso y gestión de esos espacios.

Por otra parte, si definiésemos todos los espacios con esas medidas de protección antes definidas, llevaríamos a la insostenibilidad de la vida humana.

Es necesaria una armonía entre uso de un bien y cuidado del medio natural. Es preciso definir bien lo que significa un uso insostenible según nuestra ciencia actual.En el caso que nos ocupa, es preciso compaginar protección y desarrollo.

No se puede contraponer obra de regulación con la conservación del medio natural. Todo cabe, aunque no en el mismo espacio.

Caben las regulaciones que nos garanticen el recurso del agua según las necesidades de nuestra sociedad, la reducción de los males derivados de las sequías y de las inundaciones, la gestión racional del agua, y la atención cada vez mayor al medio natural.

Esa atención al medio natural ha tenido como primer frente de actuación la mejora en las técnicas de depuración del agua utilizada por los abastecimientos e industrias, pero ha de proseguir para reducir el despilfarro, fomentar el ahorro y la reutilización del agua, para gestionar el recurso según las necesidades económicas, sociales y ambientales, para dar más valor a otros usos que la sociedad demanda del agua como pueden ser los lúdicos y recreativos, para introducir la consideración de la riqueza de vida que surge en los cauces de agua o depende de ellos.

Federico R. de Rivera

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