Con motivo del Día Mundial de la Alimentación, que se celebró el pasado 16 de octubre, las organizaciones internacionales han ofrecido sus datos más miserables con el objeto de concienciarnos a todos de la situación real en el mundo.
Entre otras cosas han dicho que: 923 millones de personas pasan hambre; la mayoría son niños, ancianos y enfermos; hay 75 millones de personas hambrientas más que hace un año. Estas últimas, se suman a la cifra debido al encarecimiento de los precios de los alimentos que fue, de media, del 52 por ciento entre 2007 y 2008. Según analistas expertos el nivel de precios actuales se mantendrán entre nueve y diez años más.
Todo, a pesar de que producimos el doble de alimentos de los que el mundo necesita y que las cosechas del 2007 batieron récords, aumentando un dos por ciento. Y todo apunta, a que por lo menos en cuanto a cereales se refiere, el 2008 será aún mejor.
Pero no hay duda de que algo falla, la distribución no es la adecuada y a pesar de todo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) calcula que la producción agraria mundial debería incrementarse en un 30 por ciento en 2030 y duplicarse en 2050 si queremos satisfacer las necesidades alimenticias de una población que alcanzará los 9.000 millones de personas.
Además, se precisan 3.000 millones de euros para salvar a 19 millones de desnutridos. Sin embargo, los principales mandatarios estudian, ante la crisis financiera mundial, reducir las ayudas a la agricultura, craso error, se recortarían las cosechas y viviríamos una nueva subida de los precios de los alimentos básicos. Ya lo advierte la FAO, "si el año pasado fue malo, el próximo puede ser peor". Así que "la crisis financiera mundial no debe hacernos olvidar la crisis alimentaria".
Pienso que se trata de un grave contrasentido que el mundo produzca el doble de alimento del que necesita pero alberga a 900 millones de hambrientos. Que sea más rico que nunca y las cosechas batieron récords, aún así, la producción agraria mundial debería incrementarse en un 30% en 2030 y duplicarse en 2050. Otro enemigo: el aumento indiscriminado de los precios que deja 75 millones de hambrientos más. La solución no está en producir alimentos más baratos sino en distribuirlos adecuadamente.
Jesús Domingo
Entre otras cosas han dicho que: 923 millones de personas pasan hambre; la mayoría son niños, ancianos y enfermos; hay 75 millones de personas hambrientas más que hace un año. Estas últimas, se suman a la cifra debido al encarecimiento de los precios de los alimentos que fue, de media, del 52 por ciento entre 2007 y 2008. Según analistas expertos el nivel de precios actuales se mantendrán entre nueve y diez años más.
Todo, a pesar de que producimos el doble de alimentos de los que el mundo necesita y que las cosechas del 2007 batieron récords, aumentando un dos por ciento. Y todo apunta, a que por lo menos en cuanto a cereales se refiere, el 2008 será aún mejor.
Pero no hay duda de que algo falla, la distribución no es la adecuada y a pesar de todo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) calcula que la producción agraria mundial debería incrementarse en un 30 por ciento en 2030 y duplicarse en 2050 si queremos satisfacer las necesidades alimenticias de una población que alcanzará los 9.000 millones de personas.
Además, se precisan 3.000 millones de euros para salvar a 19 millones de desnutridos. Sin embargo, los principales mandatarios estudian, ante la crisis financiera mundial, reducir las ayudas a la agricultura, craso error, se recortarían las cosechas y viviríamos una nueva subida de los precios de los alimentos básicos. Ya lo advierte la FAO, "si el año pasado fue malo, el próximo puede ser peor". Así que "la crisis financiera mundial no debe hacernos olvidar la crisis alimentaria".
Pienso que se trata de un grave contrasentido que el mundo produzca el doble de alimento del que necesita pero alberga a 900 millones de hambrientos. Que sea más rico que nunca y las cosechas batieron récords, aún así, la producción agraria mundial debería incrementarse en un 30% en 2030 y duplicarse en 2050. Otro enemigo: el aumento indiscriminado de los precios que deja 75 millones de hambrientos más. La solución no está en producir alimentos más baratos sino en distribuirlos adecuadamente.
Jesús Domingo
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