Y es que el insensato orgullo que sentimos los humanos de nuestro poder sobre la Naturaleza nos hace creer que influimos en sus grandes fuerzas, como el clima, los mares, los volcanes o los terremotos, cuando somos tan poca cosa que si nos juntáramos todos para manifestarse, a razón de cuatro personas por metro cuadrado, ocuparíamos solamente la superficie de 1.695 km2, no llega a una cuarta parte de la provincia de Girona.
Siempre olvidamos las grandes verdades bíblicas (el Diluvio, la Torre de Babel) o los clásicos griegos y romanos, basados en experiencias anteriores y con la misma enseñanza: la Naturaleza es indomeñable. Sólo la petulancia hace creer que podemos domarla, cuando únicamente nos adaptamos a sus exigencias.
Y si el planeta estuviera calentándose no sería por influencia antropogénica, porque parece que todo el sistema solar se calienta también. Aunque podría ser al revés, y quizás esté enfriándose: nada está claro.
Si en Copenhague fracasó la Cumbre del Clima quizás fue por escepticismo ante la idea de que está sometido a la influencia humana, por el descubrimiento de las mentiras del Clima Gate, y porque los países pobres quieren enriquecerse, para lo que necesitan ingentes cantidades de energías fósiles generadoras del CO2 que los ricos quieren prohibirles.
El planeta tiene una superficie de 510 millones de kilómetros cuadrados, aproximadamente 88.000 veces la de la provincia de Girona, en la que todos los hombres juntos ocuparíamos una cuarta parte, pero somos unas hormigas tan insensatas que nos creemos capaces de dominar el universo, lo más grave es que olvidamos quien esta por encima.
Xus D Madrid
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