12/17/2006

Visita a las obras de la EXPO 2008. Una mañana de sábado aprovechada



Ayer salí con Fluvi de paseo, le propuse que viniese conmigo a ver cómo le están dejando la casa, la EXPO ZARAGOZA 2008. Salimos a media mañana, por evitar las nieblas del otoño y tuvimos la suerte de que el sol había vencido al agua brumera y nos presentó la vista de la EXPO despejada.



Fluvi, con la humedad estaría más a gusto, yo con el sol me encuentro más en mi salsa. La tierra y el agua en conflicto, pero con un humidificador adecuado sobrevivió al sol de la ciudad.

Llegamos al centro de visitantes donde unas guapas azafatas nos atendieron, el descarado de Fluvi quiso lucirse y hacerse unas fotos con ellas, pero se las llevó consigo, y a mí me dejó sólo la del guía anónimo, porque su nombre no me acuerdo, de algún lugar de Zaragoza, amable y dispuesto a explicarnos la EXPO de pé a pá; pero no hubo apenas preguntas.



Llevábamos una cámara baratita, mi presupuesto no da para más; al fin y al cabo todo se nos va en la hipoteca del piso por eso de la burbuja, que no de agua, de ladrillo y hormigón. Distinto ladrillo que el que veremos en la EXPO que quedará toda para el uso de la ciudad.


Fluvi a mi lado no dejaba de dar botes y llamar la atención; una señora mayor le dijo que le reconocía porque creía que tiene un pariente en Barcelona, uno de cerámica; pero Fluvi dijo que Fluvis debe haber muchos últimamente, con 65 países en la EXPO es difícil que la gota esté quieta, es un río, mar o nube en su contínuo viajar de embajador.


Desde el autobús ya se veía el recinto aunque vallado, estábamos más altos que las verjas, pero íbamos a entrar dentro. La ilusión era grande. Él quería ver su torre, la torre del agua, que con sus setenta metros se elebaba lo mismo que los puentes se hundían bajo tierra con sus pilotes para darse estabilidad. Qué potencia de acarreos, no es de estrañar. El Ebro es un río viejo para la escala humana, si bien jóven para la geológica, pero antes que él hubo otro Ebro que se inundó por el mar, se elevó y volvió a buscar su salida a la libertad oceánica, aunque fuese un océano pequeñito, el Mediterráneo, el mare nostrum, el mar de la cultura, de Julio César, de Juan de Austria, del delta de Egipto y de nuestro delta, del mejillón cebra y de la margaritífera, del esturión y de las anguilas, aunque ya no se estilan en nuestro río.



Vimos las grandes explanaciones: 150 hectáreas de las que sólo 25 son edificables; un enorme parque se adivina entre tanto movimiento de tierra; y así resaltan fácilmente los futuros edificios.

Nos hablaron del acuarium, vale la pena sólo por eso ir a la expo. Me dice Fluvi que ahí los peces gordos no son terratenientes, sino ballenas ¿habrá ballenas o son muy gordas?; ni los flacos son anoréxicas modelos sino anguilas y demás peces serpenteantes. Él ahí se vé como pez en el agua y botaba de alegría al ver cómo avanzaban los edificios.



Fluvi se alegró de que existiese aún un pabellón de España; quizá sea la última vez; pero estamos en Aragón y aquí llevamos en el bolsillo el cachirulo y la bandera; el Ebro y toda la península Ibérica, que ahí deriva su nombre. Y el pabellón Aragón le recordó toda nuestra historia, desde que fuimos al Papa para hacernos reino vasallo suyo y así independizarnos del vasallaje de Navarra; hasta que Fernando el Católico nos unió inseparablemente al destino superior de España y Europa, mientras Isabel nos llevó por esos mares de América; bueno, al principio se pensaba en la India. Un feliz error.

Había pocas plantaciones, pero es que íbamos por la plataforma superior de la EXPO, faltaba de ver la zona de la orilla del río: el parque fluvial, el canal de aguas rápidas, la vejetación de ribera; todo eso ayer estaba lejos de nuestro alcance y eso le penó a Fluvi que quería que viese cómo lamía el río, ahora que lleva agua, las orillas de la EXPO.



También nos quedamos con las ganas de ver los puentes del Ebro y le comenté que, cuando fuese a saludar al Señor Roque, le dijese si se podría hacer una plataforma alta, en Juslibol por ejemplo, desde la que se viese el recinto en toda su perspectiva.


Acabamos viendo el Centro de Visitantes, la maqueta iluminada; se me puso contento al ver la EXPO a la nuit y pidió a las azafatas una copa de champán para brindar, aunque le ofrecieron una copa de cava de Cariñena por eso de la tierra, de Cava catalán por mostrar que no discriminamos a nadie, de Cava riojano, de Cava valenciano, y acabó feliz aunque ya no dando saltos.




Volvimos juntos hablando de lo que ya está en marcha y lo que queda. Se le ve ilusionado a este Fluvi con su cachirulo en el bolsillo, su amor a España y su misión de embajador de España por la EXPO en todo el mundo: a veces rasga los ojos, otras se siente morenito, grande o bajo, achinado o amerindio, con frío o calor, sólido como el hielo o ligero como el viento en la humedad del aire.

Y este Fluvi me dijo que hay que repetir esto más a menudo.


frid

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