11/20/2009

El hambre es el signo más cruel y concreto de la pobreza

 

 
Con ocasión de la cumbre mundial sobre la seguridad alimentaria, el Santo Padre que visitó la sede romana de la FAO, la Organización de las Naciones Unidas dedicado a la alimentación y a la agricultura, con ocasión de la apertura de la Cumbre mundial sobre la seguridad alimentaria que ha tenido lugar durante los días 16, 17 y 18 de noviembre. En al acto de apertura el Papa advirtió "que el hambre es el signo más cruel y concreto de la pobreza. No es posible continuar aceptando la opulencia y el derroche, cuando el drama del hambre adquiere cada vez mayores dimensiones".   
 

 
El Pontífice destacó la continua atención de la Iglesia Católica que siempre estará atenta a los esfuerzos para vencer el hambre y trabajará por sostener, con la palabra y las obras, la acción solidaria que la Comunidad internacional está llamada a emprender. De hecho son más de mil millones los hambrientos en el mundo, y se teme que en el 2050 lleguen a ser nueve mil millones. En la cumbre de la FAO se ha pedido una mayor participación de la comunidad internacional para alcanzar una rápida y total eliminación del hambre en el mundo.  

 
Acogiendo la invitación del director general de la FAO, Jacques Diouf, a tomar la palabra en la sesión inaugural de esta Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria, Benedicto XVI pronunció un largo discurso, renovando como hicieron sus venerados predecesores Pablo VI y Juan Pablo II, su "estima por la labor de la FAO, a la que la Iglesia Católica y la Santa Sede prestan atención e interés por el servicio cotidiano que desempeñan todos los que trabajan en ella".  

 
Destacando el lema 'Fiat Panis' que sintetiza el generoso trabajo de la FAO, el Papa puso de relieve que "el desarrollo de la agricultura y la seguridad alimentaria siguen siendo objetivos prioritarios de la acción política internacional", haciendo hincapié en el anhelo de que esta cita de Roma logre derrotar el flagelo del hambre. 

 
Refiriéndose a la grave crisis económico-financiera que la comunidad internacional está afrontando en estos años, Benedicto XVI lamentó "el incremento dramático del número de personas que sufren el hambre" y "el aumento de los precios de los productos alimentarios, la disminución de las posibilidades económicas de las poblaciones más pobres y el acceso restringido al mercado y a los alimentos. Y todo esto, mientras se confirma que la tierra puede nutrir suficientemente a todos sus habitantes". 

Tras reiterar que "no hay una relación de causa-efecto entre el incremento de la población y el hambre, lo cual se confirma por la deplorable destrucción de excedentes alimentarios en función del lucro económico", el Papa recordó una vez más, como ha señalado en su Encíclica Caritas in veritate que "el hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional. Es decir, falta un sistema de instituciones económicas capaces, tanto de asegurar que se tenga acceso al agua y a la comida de manera regular y adecuada desde el punto de vista nutricional, como de afrontar las exigencias relacionadas con las necesidades primarias y con las emergencias de crisis alimentarias reales..."

El Pontífice no olvidó mencionar "los derechos fundamentales de la persona entre los que destaca el derecho a una alimentación suficiente, sana y nutritiva, y el derecho al agua", que "revisten un papel importante en la consecución de otros derechos, empezando por el derecho primario a la vida". 

 
El Papa señaló  además que también hoy "es necesario, por lo tanto, que madure "una conciencia solidaria que considere la alimentación y el acceso al agua como derechos universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones" (Caritas in veritate, 27)".  

 
Benedicto XVI concluyó su discurso haciendo resonar el compromiso concreto y activo de la Iglesia para erradicar el hambre y la pobreza: 

 
"El hambre es el signo más cruel y concreto de la pobreza. No es posible continuar aceptando la opulencia y el derroche, cuando el drama del hambre adquiere cada vez mayores dimensiones. Señor presidente, señoras y señores, la Iglesia Católica estará atenta siempre a los esfuerzos para vencer el hambre; trabajará por sostener, con la palabra y con las obras, la acción solidaria -programada, responsable y regulada- que los distintos componentes de la comunidad internacional estén llamados a emprender. La Iglesia no pretende interferir en las acciones políticas; ella, respetuosa del saber y de los resultados de las ciencias, así como de las decisiones determinadas por la razón cuando son responsablemente iluminadas por valores auténticamente humanos, se une al esfuerzo por eliminar el hambre". 

 
JDM
 
 
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