11/04/2009

Poco menos que un atentado: La ganadería y los transgénicos

 
 
 
 

 
Mucho más allá de lo que se podía esperar en un año de cosecha, los precios de los cereales en estos primeros meses de campaña han supuesto otro golpe bajo para los ingresos de cientos de miles de explotaciones.
                 
Esa fuerte bajada de los precios en origen se ha reflejado de una forma muy discreta    en los precios de los piensos. Los ganaderos estiman que los precios deberían bajar    más y los fabricantes argumentan que, aunque han bajado los cereales, hay otras  materias primas como la soja de importación que ha sufrido una evolución alcista.  

 
Con las materias primas para la alimentación animal como protagonistas, las últimas semanas han sido escenario del bloqueo de varios barcos cargados de soja por tener una contaminación del 0,1% de un maíz transgénico que había sido transportado antes en las bodegas del mismo barco. Y, con los debates sobre la regulación de la contaminación de los productos transgénicos sobre la mesa, los OGM han vuelto a reabrir la polémica y las divisiones entre los Estados miembros.  
    
Socialmente, estar en contra de los productos transgénicos es como tener un carnet de persona responsable, progresista, ecológica, defensora de un mundo sostenible, de la salud y la calidad alimentaria. En la parte contraria, apoyar el uso de los transgénicos se asocia con irresponsabilidad social y de persona implicada con los intereses de las multinacionales. Si se apoya la investigación en células madre para mejorar la vida humana, te colocan en la parte de los defensores del progreso. Si investigan en semillas para aumentar las posibilidades de producción y la adecuación de las mismas a las condiciones climatológicas o frente a diferentes plagas, poco menos que se califica ese trabajo como un atentado.  
                                         
Es más que probable que, en muchos casos, desde las multinacionales que operan en este tipo de semillas, se han desarrollado actuaciones de riesgo con investigaciones no lo suficientemente experimentadas. Pero, otra cosa son las que hayan pasado los controles de las Agencias de Seguridad Alimentaría y que sólo llegan al mercado como semillas o materias primas tras superar todas las pruebas. Los riesgos o el peligro que conllevan las semillas transgénicas, no corresponden a problemas de seguridad, siempre que se cumplan los protocolos, sino al hecho de que las mismas estén controladas en el mundo por media docena de firmas.  

 
España tiene una potente ganadería intensiva que depende del exterior tanto en el aprovisionamiento de materias primas con compras masivas de maíz y soja, como en la exportación de excedentes. Para mantener esas cabañas competitivas es indispensable disponer de unas materias primas en condiciones similares a la competencia. Y si en esos países para operar mercados competidores se utilizan ese tipo de materias primas para la alimentación animal cuya seguridad está garantizada por los organismos correspondientes, los ganaderos españoles deberían tener las mismas posibilidades para el engorde de sus cabañas. Hay países como Francia que abanderan la batalla contra los transgénicos, pero esa posición no es consecuencia de la preocupación por los riesgos de esas materias primas, sino simplemente por ser un gran productor de maíz que, con el bloqueo a los transgénicos, domina los mercados del sur de la Unión Europea. Para los mismos mercados, las mismas armas, seguras. 
 
Hemos elaborado este artículo teniendo como base otro de VIDAL MATÉ publicado en AgroNegocios.

   

JDM 
Ver:
 
La agricultura y la ganadería en un mundo global" de Jesús Domingo
 
 
 

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