17.2.2008.
Por: Jesús Domingo
Agricultores franceses, como si de los antiguos galos amigos de Asterix se tratara, decidieron la pasada semana retomar la insana costumbre de asaltar camiones españoles y destruir sus cargas –en este caso lechugas y vino-, se supone que como manera de reivindicar su descontento con los bajos precios de los mercados y la competencia desleal de terceros países.
LA GUERRA DE LOS GALOS Agricultores franceses, como si de los antiguos galos amigos de Asterix se tratara, decidieron la pasada semana retomar la insana costumbre de asaltar camiones españoles y destruir sus cargas –en este caso lechugas y vino-, se supone que como manera de reivindicar su descontento con los bajos precios de los mercados y la competencia desleal de terceros países. Esto lleva a dos reflexiones y una doble condena de los actos vandálicos. En primer lugar, está el equívoco intelectual: pagan los productores españoles por una circunstancia ajena a ellos, ya que también sufren el exceso de importaciones que tiran los precios. En segundo término, el plano legal: volvemos a la "guerra total" en la que todo vale y la Justicia no es más que un estorbo. Y eso que llevaban los franceses un tiempo, casi tres años, sin practicar este tipo de tropelías que parecían haber pasado a mejor vida, pero nada más lejos de la realidad en un país en el que se permite impunemente que el líder sindical José Bové y sus esbirros arrasen campos experimentales de cultivos transgénicos, ocupen tierras o destrocen Mc Donalds. Gobierno y jueces se limitan a tratarle como a un niño díscolo. Con estos antecedentes no parece que el Elíseo vaya a prestar demasiada importancia a los ataques por mucho que se lo pida Zapatero. La mano dura de Sarkozy contra los disturbios callejeros no la va a usar contra sus agricultores. Al fin y al cabo –pensará- no es lo mismo quemar los coches de ciudadanos franceses que camiones españoles. Nada que ver. Jesús Domingo Martínez
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