9/13/2006

El árbol.

El árbol.

Un viejo amigo me decía que en Aragón es donde mejor se aprecia la belleza del árbol. Vas por un camino monegrino, y, en su aridez, ves a lo lejos una sabina, un álamo, un almendro... que resiste impertérrito la sequedad de la tierra.

Lo ves ahí ¡tan solo! Que es como un monumento a la tenacidad aragonesa.

Puedes pasear por las explanaciones que se han realizado en Zaragoza para construir la plataforma logística. Ves en vez de árboles naves industriales, pero, si sales de lo ya construido, la vista no alcanza a ver ni un solo árbol. Ahí ni hay esa singularidad que recree la vista.

El árbol, en ese paisaje llano, con su posición erguida, es como una oración de la tierra aragonesa clamando por el agua, por tener una compañía, por acoger a su sombra a los labriegos después de una dura jornada de trabajo, por dar sombra al botijo anisado.

El árbol no sabe que su belleza tiene mucho que ver con su exclusividad. Si hubiese un bosque ¿quién se fijaría en él? Es lo que es por ser el único, lo que le falta es que lo inauguren como lo que es, un monumento.

Leyendo a Kapuscinski he recordado la vieja escena de divisar, de pronto ¡el árbol!

Pero él habla de árboles africanos. También son solitarios pero tienen la compañía de los humanos. A su sombra se reúnen los mayores al caer la tarde. “el mango es el único lugar donde se pueden reunir para hablar, en la aldea no hay ningún local espacioso”; ahí se toman todas las decisiones de la aldea en asamblea, tomándose el tiempo necesario. Por la noche el árbol disfruta de su merecida soledad. Pero, por la mañana, es el aula escolar. Ahora son los niños los que le rodean, atenta su mirada al maestro del lugar que clava en el tronco un alfabeto impreso en una hoja de papel. Al mediodía es todo el mundo el que lo rodea: mujeres, niños, mayores y ganado. El ganado de la aldea está mejor ahí que enfrentándose al duro calor del mediodía. Y, vuelta, por la tarde a la “reunión de la sabiduría”.

Envidia me dan esos árboles, solitarios de otros árboles, pero bien acompañados de una vida que se desarrolla a su cobijo. ¿Escribirán historias o cuentos? ¿Serán poetas? ¿O lo rumiarán todo con su sabia, guardando en lo profundo de la tierra toda la historia africana que vibra junto a su sombra?

frid

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