9/05/2006

La imposibilidad de racionalizar los caudales mínimos de los ríos españoles.

Nuestros ríos son “inestables” y propensos a la “exageración” o al “ocultamiento”.

Hoy es noticia en la cuenca del Ebro la incapacidad de suministrar en sus ríos los caudales mínimos fijados como indicativos por su Plan Hidrológico correspondiente. La razón es obvia, el 10 % del caudal medio del río no es el caudal “natural” en época de estiaje.

Realmente todos los cauces presentan problemas pero por distintos motivos. El Ebro en Zaragoza se ajusta a los 30 m3/s, con algunos caudales por debajo. Anda más bien ajustado. Pero ¿cómo se logra esto? Gracias al apoyo de tres embalses: el del Ebro en el cauce principal; el de Itoiz y Yesa en la cuenca del Aragón; si bien en circunstancias normales sólo se cuenta con el embalse del Ebro para dar un caudal que es hasta 10 veces superior al que circularía sin embalses. ¿Qué haría la margaritífera en circunstancias ecológicamente más naturales?

El río Gállego con sus 2,65 m3/s frente a los 3,44 m3/s que debería, tiene el apoyo de los embalses de Búbal y Lanuza, y –sobre todo- los retornos del regadío.

El Aragón en cola de Yesa sin regulación importante tiene el caudal propio del estiaje; lo mismo el Jiloca en Morata; el Piedra en Carenas; el Manubles en Ateca y los Arbas de Luesia y Rígel ¿Cómo conseguir que tengan el 10 % de su aportación fluyendo en verano? Pues, sencillamente regulando. Entonces: los caudales mínimos por qué se llaman ecológicos si lo normal, lo ecológico, es que su valor sea inferior al que le exigimos. ¿Haremos una ley para controlar el clima o la lluvia? O ¿empezaremos a ajustar la normativa a la realidad de la vida?

Sería interesante saber que algunos nos quisieron exportar la normativa francesa, que fijaba el 20 % del caudal medio como el mínimo a exigir en los ríos de la cuenca del Ebro. Una medida claramente voluntarista.

Otros, más sensatos, propusieron dejar el caudal mínimo como un porcentaje del medio en cada periodo con una limitación por abajo, si esa limitación fuese posible.

Pero, desde que hay regulación, también se da el caso inverso: mayores caudales en verano que en invierno si el cauce es colector de sobrantes de riego, aunque con mayores salinidades.

¿Es el caudal mínimo del río un condicionante con un fuerte componente antrópico? Pues yo entiendo que sí. En parte nos hemos hecho una imagen idílica de los ríos con agua, y con agua los queremos. En parte hay un caudal mínimo por motivos de salubridad, para evitar estancamientos de agua, que pone al ser humano como primer beneficiario de esa medida. En parte deseamos que el río tenga una vida regulada, acorde con unos índices y taxones que exigen también una cierta regularidad en el caudal fluyente. Siendo eso así, los condicionantes del caudal circulante en los ríos españoles implican, por necesidad del guión, una acción humana que impide su condición de “naturalidad”, salvo –quizá- en los pequeños tramos de cabecera, anteriores al primer núcleo urbano.

Y es que España, aunque Europa emita normativa para los ríos de veras, es un país con ríos que funcionan a saltos.

Frid.

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