2.4.2008.
Por: Fernando Ínigo
Cuentan la siguiente anécdota sobre el cantante Bob Dylan. Durante una entrevista en la radio, el locutor le preguntó cuál era su opinión sobre el Calentamiento Global. Dylan respondió: "¿ Calentamiento Global? ¿Dónde coño está el Calentamiento Global? Si hace un frío de narices."
La anécdota es ilustrativa de una relidad: el debate sobre el cambio climático, sobre el calentamiento global, ha saltado de las mesas de los científicos para instalarse en la arena pública. Y para eso es suficiente producir cuatro o cinco ideas, como salchicas, que sean de cómodo cacareo, y, a poder, ser, estridentes y catastrofistas. La ecofashion, el ecoalarmismo. Es cierto. Bob Dylan se saltó el guión de respuesta prefabricada y salió por Antequera. Ventajas que tiene estar de vuelta de todo.
Deberíamos marcar los límites entre Ciencia e ideología. La ciencia, por propia definición, ´fructifica en el escepticismo. Huye del slogan y tiende a la discusión, a la contraposición de ideas y a considerar, en ocasiones, al error como método de avance. La ideología política, no digamos en su variante ecosectaria, tiende al dogmatismo y al pastoreo de aquellos ciudadanos más impresionables y menos avisados. A los ciudadanos que, en defintiva, desean comprar cualquier slogan de moda. Ahora para aquí, ahora para allá. Hoy es el calentamiento global, ayer era el peligro de una nueva glaciación. No hay que irse muy lejos. Basta con mirar al último cuarto del Siglo XX. Verdades incómodas pero millonarias para quien supo, y sabe, trajinárselas desde el catastrofismo.
La ecohipocresía. Resulta que para decir en cualquier parte del mundo lo mucho que contamina el maldito hombre, estos projetas del ecoalarmismo se desplazan en sus altamente contaminantes jets privados. El día que alguien fotografíe a Al Gore viajando en un vuelo comercial, que venda la exclusiva. Quizá entonces algunos dejen de partirse la caja con el que cuento de que viene el coco. Organizan macroconciertos, como el Live Aid en julio del 2007, con toda su parafernalia de grupos electrógenos contaminando, un tour de cientos de camiones emitiendo CO2 a la atmósfera, más toda la letanía de medios de transportes necesarios para mover a cientos de miles de asistentes, a los artistas, a los periodistas, más los residuos generados en dos días de concierto, para concienciarnos de lo malo que es hacer precisamente lo que ellos están haciendo. ¿Saben ustedes quién organizó el evento? Naturalmente. Nuestro Al Gorero mediático y climático.
Están muy preocupados por su ideología pero no tanto por las personas. Según el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, IPCC, se necesitan millones de dólares anuales para intentar atajar el cambio climático, aunque no sepamos ni cómo ni en qué medida lo podemos atajar, o, simplemente atrasar. Con mucho menos dinero, se podría, por ejemplo, haber dotado de sistemas de aviso de Tsunamis a países pobres y que tanta tragedia causaron hace ahora poco más de dos años. O se podría controlar el problema de desnutrición en tantos países.
En definitiva, y porque se trata de un debate muy serio, el Cambio Climático debería quedar libre de charlatanes, sacerdotes del arco iris, políticos ideológicamente contaminados y burócratas de destrucción masiva. Como dice Jorge Olcina, director del laboratorio de climatología de la Universidad de Alicante:
"Llevamos años de divulgación indiscriminada del tema del Cambio Climático. En mi opinión, esta cuestión saltó demasiado temprano a la arena pública, dejó demasiado pronto de ser un tema de investigación científica básica de enorme importancia àra el futuro de la humanidad para convertirse en un slogan fácil"
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