Por: Jesús Domingo
El gobierno suizo apoya dichos energéticos (biocombustibles) en un intento por reducir la emisión de C02, generador del cambio climático, y por frenar la extinción de especies.
"Los biocombustibles cambiarán la historia de la humanidad", ha afirmado contundente desde hace más de un año el presidente brasileño Luiz Ignácio Lula da Silva. Tiene razón. Lo que no queda claro es si será para bien o para mal.
Si los biocombustibles se convertirán en el 'aliado verde' que busca el hombre para frenar la emisión de gases de efecto invernadero y para reducir su dependencia de energéticos no renovables (petróleo y derivados) o si será más caro el remedio que la enfermedad, y la industria de los biocarburantes agudizará el problema de hambruna que azota al 15% de la población mundial.
En este debate, acicateado recientemente por el gigante helvético de la alimentación, como es la empresa Nestlé (sin duda defendiendo sus intereses), las posiciones en Suiza se encuentran divididas entre la gran multinacional y el gobierno.
Viejos conocidos
Aunque la palabra 'biocombustible' nos parece familiar de sólo 15 años a la fecha, su historia es mucho más antigua. Rudolf Diesel diseñó, de hecho, un motor que funcionaba con aceites vegetales y Henry Ford hizo lo propio con un vehículo que rodaba con etanol.
Sin embargo, en los albores del siglo XX eran mucho más abundantes y baratos los derivados del petróleo, así que ambos proyectos fueron guardados en un cajón. Hoy, las reglas del juego empiezan a cambiar.
Las reservas de petróleo probaron ser finitas y Europa se comprometió a reducir 5,2% la emisión de gases de efecto invernadero antes de 2012 –con respecto a los niveles de 1990- para amainar el impacto del cambio climático que oficialmente está provocado por el hombre. Suiza fue más lejos incluso y ofreció eliminar 10% de dichas emisiones antes de 2012. Y los biocarburantes se perfilaron desde el principio como una solución viable y pragmática.
Primero, porque son renovables y, en consecuencia, inagotables. Segundo, porque las plantas son capaces de absorber con relativa facilidad el dióxido de carbono que liberan. Y actualmente, de acuerdo con datos de Alcosuisse –la principal empresa productora de etanol en Suiza–, los tres biocarburantes que más se consumen en suelo helvético son el biogás, el etanol y el biodiesel.
Voces a favor
El gobierno suizo está a favor de los biocarburantes. La producción de estos combustibles recibe subvenciones públicas para que el precio sea asequible a la mayoría de los bolsillos. La meta es reducir la emisión de gases de efecto invernadero en 250.000 toneladas anuales.
La cruzada de la Confederación Helvética se incentivó en 2004, año en el que el Ministerio de Finanzas apoyó a la Unión de Campesinos Suizos (UCS) para echar a andar el proyecto Alcosuisse y promovió la creación de la cooperativa Eco Energie Etoy, ubicada en el cantón de Vaud, que produce diesel biológico (biodisel) a partir de aceite de colza.
También se han tocado puertas en el extranjero para garantizar un holgado suministro de bioenergéticos durante los próximos 10 años. El más importante: en febrero de 2007 la ministra de Economía, Doris Leuthard, realizó una gira de trabajo por Brasil en la que sostuvo un encuentro con el presidente Luis Inácio Lula da Silva para cerrar un acuerdo que permita incrementar la importación de bioetanol fabricado con caña de azúcar.
De acuerdo con Leuthard, este biocarburante permitirá a los suizos sustituir hasta un 30% del uso de gasolina tradicional antes de 2012. Una forma de comprometerse con el medio ambiente.
Comida o biocarburantes...
Sin embargo, no todo el mundo coincide con la visión del gobierno suizo. El presidente de Nestlé, Peter Brabeck, afirmó en una entrevista que los "biocarburantes ponen en riesgo el abastecimiento de alimentos para la población del mundo".
Si como se prevé, dijo, se cubre 20% del consumo petrolero actual con biocarburantes, no habrá nada qué comer dentro de algunos años. "La decisión de algunos gobiernos de subvencionar la producción de dichos energéticos es inaceptable y moralmente irresponsable", añadió. Y citó como ejemplo: "Un litro de bioetanol exige el consumo de 4.000 litros de agua; y en general, los biocarburantes han disparado los precios de productos como maíz, soja o trigo".
La posición de Nestlé responde a sus intereses apoyándose en las cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) a diciembre del 2007 afirman que el año pasado los precios de alimentos básicos aumentaron 40% en promedio en el mundo. Y las reservas mundiales de cereales están en su nivel más bajo en tres décadas.
El suizo Jean Ziegler, relator de la ONU para la Alimentación, también ha puesto a girar al mundo con sus reflexiones. Según su visión, el frenesí con el que Brasil fabrica etanol pondrá en riesgo el medio ambiente y también la seguridad alimenticia de la población.
"¿Quién debe morir de hambre para que Europa consiga que los biocarburantes representen un 10% del combustible que usará en 2020? Producir un tanque de 50 litros de combustible para un auto exige 352 kilos de maíz, producto base de la alimentación de Zambia o México", afirma Ziegler.
La pregunta aguarda respuesta. Pero, personalmente no ha lugar a esta pregunta. El hombre y la tierra son capaces de producir las dos cosas, es cuestión de voluntad.
Jesús Domingo
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