11/14/2007

¿Y si acabáramos con la PAC y las subvenciones a la agricultura?

 Aragón Liberal. 14.11.2007. El aumento de precios de los cereales supone una magnífica oportunidad para que la agricultura europea regrese al lugar de donde nunca debió salir: el libre mercado.

¿Y si acabáramos con la PAC y las subvenciones a la agricultura?


Por: Ignacio Alvo.
 
 

¿Y si acabáramos con la PAC y las subvenciones a la agricultura?
 

El sistema europeo es de locos: una maraña de prohibiciones, subvenciones, limitaciones a la producción, penalizaciones por exceso de producción, subvenciones por dejar de producir, aranceles, cuotas, contingentes, prevelaments, etc.


 
Es prácticamente imposible que un agricultor se conozca la cambiante y mastodóntica normativa europea al respecto, que lo único que ha conseguido es convertir a profesionales de la agricultura en profesionales de la subvención. Dedican sus capacidades y esfuerzos no a producir y buscar la mayor rentabilidad, sino a buscar la subvención y presionar a sus gobiernos para que estas aumenten o, por lo menos, no disminuyan.


 
Lo que propongo es muy simple: eliminar todas las subvenciones y prohibiciones agrícolas y que los gobiernos renuncien también a la demagógica medida de realizar importaciones masivas para reducir los precios.


 
Las causas de la subida de precio de los cereales –aunque agravadas por la irracional política europea- tienen una base económica en el aumento de demanda de China y la India que están mejorando su alimentación y necesitan cereales para producir carne (3 kilos de cereal por cada kilo de carne). Por lo tanto es previsible que los precios se mantengan en el tiempo a niveles de una interesante rentabilidad económica.


 
La eliminación de trabas y prohibiciones permitiría que fueran los propios agricultores –y no un eurócrata en Bruselas- los que decidieran qué producciones cultivar y en qué extensiones en base a una razonable expectativa de beneficio. Los agricultores –aplicadores de cultura a la tierra- recuperarían así la dignidad que nunca debieron perder de ganarse el sustento con su propio esfuerzo, de ser empresarios que toman sus decisiones en base al único indicador de rentabilidad económica que se ha demostrado eficaz: los precios.


 
Este aumento de la producción beneficiaría también a los consumidores que pagarían precios de mercado libre por los alimentos, en vez de pagarlos mucho más caros vía impuestos, regulaciones y prohibiciones.



La apertura de mercados sería, por último, el mejor acicate para el desarrollo de los países más pobres del mundo, principalmente de Africa, frente a las inútiles ayudas tipo 0,7% que sólo sirven para engordar dictadores. Esa política de enviar ayuda pero impedirles competir con nosotros demuestra el trasfondo profundamente racista de los planteamientos llamados progresistas y que en aras de la precisión del lenguaje deberíamos llamar simplemente intervencionistas o socialistas.


 
No confío en que esta propuesta se  lleve a cabo. Resulta evidente que los eurócratas no van a suicidarse voluntariamente reconociendo que su trabajo es no sólo inútil sino claramente pernicioso, y tampoco confío en la valentía de nuestros políticos demasiado preocupados por intentar ganar elecciones como para tomar medidas que ataquen la raíz de los problemas. Simplemente espero despertar conciencias e inteligencias en el convencimiento –como nos ocurre siempre a los liberales- de que el tiempo dará la razón.

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