El reciente informe de Naciones Unidas sobre los biocarburantes es un excelente análisis sobre la capacidad de estos combustibles renovables para aportar soluciones a la dependencia de los carburantes fósiles y a los estragos del calentamiento global. Es, además, coherente con el último informe del Panel Internacional sobre el Cambio Climático (IPCC) -aprobado por más de 100 países-, que propone mezclar bioetanol y biodiésel con gasolina y gasóleo, respectivamente, para reducir las emisiones de CO2 en el transporte.
Después de analizar las oportunidades y los riesgos que se presentan en el complejo campo de la bioenergía, el citado informe de la ONU concluye que "... esta complejidad no debería restringir la acción. El movimiento hacia sistemas energéticos más sostenibles, basados en todo el potencial de las fuentes renovables, incluyendo la bioenergía, es una cuestión urgente".
Sin embargo, me cuesta entender que ciertos medios y no pocas organizaciones, aparentemente preocupadas por el calentamiento de la tierra, suelen confundir al lector ya que parecen más interesados en destacar los riesgos de un aumento descontrolado de los biocarburantes que en subrayar los beneficios asociados a su desarrollo sostenible, que son los que ocupan la mayor parte del informe.
Según los últimos datos del Organismo Internacional de la Energía (AIE), los biocarburantes representaron a nivel mundial en 2005 tan sólo el 1,7% del consumo de gasolina y gasóleo en el transporte. Lo siento, pero tengo la impresión de que existen muchos intereses en matar a los biocarburantes antes de nacer.
Domingo Martínez Madrid
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