6/22/2007

EL RESPETO A LAS RAMBLAS

EL RESPETO A LAS RAMBLAS


Mi abuelo Andrés, vivía en Huétor Vega, cerca del Puente de Monachil. En su casa fue donde yo nací. Un día me contó un caso que le ocurrió y que me llamó mucho la atención. Me dijo mi Abuelo que un amigo suyo quería comprar una finca y le pidió a él que le acompañase e informase antes de cerrar el trato. Fueron los dos a ver la finca y la casa. Los recibieron los dueños atentamente y les ofrecieron un vaso de vino. Se sentaron en una mesita que le pusieron cerca del río, junto a una gran piedra redonda. Cuando empezaron a hablar de la compra, dijo mi Abuelo: "La finca no se compra". El amigo le preguntó muy asombrado ¿Por qué? Mi Abuelo le contestó: "¡Ya verás cuando vuelva el pájaro que puso este huevo y venga a por él!", dijo esto y señaló la piedra redonda que era un canto rodado de gran tamaño, dejada por el río en una crecida. La finca no se compró.


Mi amigo Andrés Escobar, médico ya fallecido, me dijo que un día bajaba él por una rambla con su coche, y oyó de pronto un gran ruido. Inmediatamente paró el coche y corrió a subirse por la ladera de la rambla. Apenas comenzó a subir vio como venía una avalancha de agua por la rambla y en un momento se llevó el coche. Tuvo que continuar el viaje andando. A mí me dejó asombrado su instinto, o su rapidez de reflejos, de escuchar el ruido y subirse por la ladera. Pensé en los problemas que lleva el hecho de no respetar las ramblas, perderle el miedo porque durante años no haya pasado nada, y la utilizan como caminos y peor aun, invaden su territorio para construir viviendas, hasta que el día menos pensado llega una gota fría y el agua arrastra todo lo que está en su camino.


No sé si fue en 1951 o en 1952, iba yo una mañana hacia la Universidad, bajando por la calle Real de Cartuja y pensaba ir por la calle de San Juan de Dios, pero me fue imposible pasar por el Triunfo, junto a la Escuela Normal, porque el final de la Gran Vía y todo el comienzo de la entonces llamada Avenida de Calvo Sotelo, (hoy avenida de Andalucía) había una capa de barro y piedras de casi medio metro de altura, por lo que estuvo cortado el tráfico varios días, hasta que pudieron retirar toda la tierra que había dejado la avalancha de agua que bajó por la Cuesta de San Antonio, que descargó una tormenta la noche anterior.


La gota fría o las borrascas tremendas, se repiten de tiempo en tiempo, porque aunque aparezcan indicios de cambio climático o se hayan olvidado con los años, no por eso ha desaparecido el peligro de que vuelvan a presentarse. Me da miedo ver los aparcamientos que se han construido en la Avenida de Andalucía sin tener en cuenta esa posibilidad. Está preciosa la Avenida; pero encuentro que está mal protegida.


Ocurrió lo mismo con el río Darro. Se produjo tal avalancha de agua que arrastraba troncos de árboles y ramajes. Con la basura del río se taponó el cauce en Puerta Real, al final de la calle Reyes Católicos en el punto de la curva. En todas las calles colindantes empezó a entrar agua del río por los desagües del alcantarillado y salía ésta como un surtidor por los inodoros, inundando todos los bajos de la zona. Como el arco de una bóveda aguanta la presión de arriba abajo, pero no la inversa, explotó. Todavía todo sigue igual o peor, esperando a que se repita la avalancha de agua y vuelva a explotar el río Darro. Ahora, con el aumento del tráfico, el desconcierto a que daría lugar la misma avería, sería inimaginable.


Miguel Vargas Muñoz

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