En la prensa local de Girona se podía leer "la inflación gironina registra por primera vez en la historia una tasa negativa" y es que el Ministerio de Industria y Comercio ha hecho públicos los datos sobre el precio de venta al público de los alimentos en el mes de marzo, en el que se recoge que más del 75% de los productos frescos y la mitad de los envasados han bajado. Y de los productos que se han encarecido, todos -excepto las naranjas- lo han hecho por debajo del 1%.
Esto parece consecuencia, además de la situación económica, de la guerra de precios que se ha desatado entre los principales distribuidores para captar nuevos clientes y mantener a los actuales, a la vez que para tratar de poner en aprietos financieros a la competencia.
Pero esto conlleva que especialmente los eslabones más bajos de la cadena y, sobre todo, el productor, al que se le aprieta cada vez más en unos ya de por sí menguados márgenes que tenía antes de esta guerra. En el sector lácteo, por ejemplo, la situación es dramática, y de ahí la importancia de la manifestación del 16; pero no es el único: muchos sectores agrícolas y ganaderos están amenazados.
Por tanto hay que exigirle tanto a la UE como al Gobierno y las comunidades autónomas medidas serias y urgentes a corto plazo así como cambios legislativos de calado que permitan dar estabilidad a un sector sujeto a continuos cambios de reglas, ya sea por capricho de la Comisión Europea –con una PAC que se ha convertido en el velo de Penélope- o por los vaivenes de un mercado en el que las reglas las marca la poderosa distribución. Independientemente de todo lo anterior, la deflación es una mala noticia para los agricultores.
José Morales Martín
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