En el Congreso Mundial del Agua celebrado en Pekín el septiembre de 2006 se pudo constatar que, en valores medios, el agua en las ciudades españolas es barata. El valor medio, obtenido de las tarifas de las ciudades más pobladas de España (Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia) es de 1,29 euros/m3. Por debajo están sólo Lituania con 0,64 e Italia con 1.14 euros/metro cúbico.
La paradoja es que países con menos problemas en cuanto la cantidad del agua, son más caros en sus recibos. Francia con 2,86; Alemania con 2,30; nuestra vecina Portugal con 1,36 euros el metro cúbico.
El país más barato de los congresistas era Argentina con 0.17 euros el metro cúbico.
Eso muestra que el precio del agua es muy elástico. No se producen grandes ahorros ni consumos porque se suba o no el precio, lo que se comprueba en las tarifas polinómicas empleadas. Ciertamente se puede subir el agua, afectará algo al bolsillo pero protestarán poco. Por eso la ministra Narbona vió en ello una pequeña mina de oro y nos amenazó con subir el agua con consumos por encima de 60 litros por habitante y día. Un consumo insuficiente para la higiene moderna.
Pero también es cierto que el agua es un bien público, sometido a concesión en España. Y las tarifas deben aprobarse en orden al equilibrio finaciero. Deben recoger el coste para la empresa o el ayuntamiento o mancomunidad que dan el servicio.
En otros países el agua es gratis, en otros se vende por compañías privadas. No hay un único sistema ni los datos se pueden comparar con facilidad.
De todos modos el debate más que en el precio al consumidor está en la disponibilidad, en los costes de gestión del concesionario que la suministra y en el buen uso del agua.
frid
La paradoja es que países con menos problemas en cuanto la cantidad del agua, son más caros en sus recibos. Francia con 2,86; Alemania con 2,30; nuestra vecina Portugal con 1,36 euros el metro cúbico.
El país más barato de los congresistas era Argentina con 0.17 euros el metro cúbico.
Eso muestra que el precio del agua es muy elástico. No se producen grandes ahorros ni consumos porque se suba o no el precio, lo que se comprueba en las tarifas polinómicas empleadas. Ciertamente se puede subir el agua, afectará algo al bolsillo pero protestarán poco. Por eso la ministra Narbona vió en ello una pequeña mina de oro y nos amenazó con subir el agua con consumos por encima de 60 litros por habitante y día. Un consumo insuficiente para la higiene moderna.
Pero también es cierto que el agua es un bien público, sometido a concesión en España. Y las tarifas deben aprobarse en orden al equilibrio finaciero. Deben recoger el coste para la empresa o el ayuntamiento o mancomunidad que dan el servicio.
En otros países el agua es gratis, en otros se vende por compañías privadas. No hay un único sistema ni los datos se pueden comparar con facilidad.
De todos modos el debate más que en el precio al consumidor está en la disponibilidad, en los costes de gestión del concesionario que la suministra y en el buen uso del agua.
frid
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