2/26/2007

Argentina. Néstor Kirchner la introduce en la era de los biocombustibles.


Aragón Liberal 26/02/07, 08:19 h
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Soja y maíz son, precisamente, los dos cultivos que mejor expresan la visionaria decisión de insertar a la Argentina en la era de la biotecnología. Algo tiene que ver Felipe Solá cuando liberalizó la producción de soja transgénica.

La era de los biocombustibles


La puesta en marcha de la ley de biocombustibles, promulgada por el presidente Néstor Kirchner, es un hecho de extraordinaria trascendencia. No tanto por el significado directo de la ley en sí misma, sino por que lo que realmente importa es el mensaje explícito de Kirchner, cuando planteó que ahora el país ingresa en la era de los combustibles renovables, acoplándose a una iniciativa global.

Y es que la irrupción de los biocombustibles en el primer plano internacional, la Argentina ya había ganado. Los productores en primer lugar, porque sus granos ahora cotizan más. En consecuencia, mejora la rentabilidad, y así se valoriza el capital. Hay un claro fortalecimiento patrimonial: hoy, gracias al bioetanol y al biodiesel, la pampa húmeda vale el doble que hace tres años. Todo esto, sin necesidad de hacer nada en casa.

¿Cómo nos toma esta situación?. Es inevitable hacer un referencia a la Segunda Revolución en las Pampas, porque si hubiéramos estado en los niveles de producción de mediados de los 90, el efecto de todo este fenómeno hubiera sido muchísimo menor.

En 1996 la cosecha argentina estaba en las 45 millones de toneladas. La soja, el producto de mayor valor (el doble que el promedio de trigo y maíz), alcanzaba al 25% del total. Este año se superarán las 90 millones de toneladas, pero más de la mitad será soja. Sí, en apenas diez años, se triplicó la producción del nuevo maná de las pampas. Hoy hay tanta soja como la suma de todos los granos en el '96. Y todo lo demás también creció, sobre todo el maíz. Justamente, los dos cultivos privilegiados por la imparable oleada de los biocombustibles.

Soja y maíz son, precisamente, los dos cultivos que mejor expresan la visionaria decisión de insertar a la Argentina en la era de la biotecnología. Un día habrá que homenajear en serio la jugada de Felipe Solá, cuando liberó al mercado la soja transgénica, precisamente en 1996. Pasamos de un valor total de 4.000 millones de dólares (a precios de hoy) a 14.000 millones en esta campaña. Cuando afirmó la lapicera en la resolución, no le tembló la mano, a pesar de la oposición de algunos asesores que aún hoy lo acompañan en la provincia, y de parte de la dirigencia, que temía una reacción negativa de los clientes. Miren donde estamos ahora: todos los mercados abiertos, con el triple de producción, un aumento de rentas por mejor control de malezas, y una consistente superación de los parámetros de calidad edáfica, gracias a que la soja RR facilitó la siembra directa. Sustentabilidad, futuro.

La soja tiene un 18% de aceite. Es decir, en las 45 millones de toneladas de esta cosecha, habrá 8 millones de toneladas de aceite. Con un litro de aceite, se obtiene un litro de biodiesel. Son, teóricamente, 9 millones de metros cúbicos de biodiesel. El consumo total de gasoil en la Argentina es de 13 millones de metros cúbicos. El país necesita importar unos 800 mil metros cúbicos por año. En otras palabras, en una sola campaña tenemos aceite para sustituir las importaciones de diez años.

La Argentina es el principal exportador mundial de aceite de soja. Casi todo sale crudo. Y aunque la ley no se ocupa de la promoción de las exportaciones, tanto el presidente Kirchner como De Vido, ministro de Planificación e Infraestructura, señalaron que éste es un aspecto que se debe plantear para el futuro.

El mercado es enorme. Otros están usando aceite argentino para hacer biodiesel, cuando acá podríamos hacer la agregación de valor. Sí, las perspectivas son imponentes. El sueño loco lanzado en estas páginas a principios de los años 90 se está haciendo realidad.

Artículo del Clarín

Adaptado por Jesús Domingo

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